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miércoles, 23 de marzo de 2011

Y DIOS LLORÓ


Una famosa periodista había entrevistado a los personajes más famosos del mundo; artistas, políticos, escritores, gobernantes, inventores e ingenieros. Le apasionaba la vida de aquellos que más habían influido en su comunidad o naciones, y su pregunta más categórica era aquella que enfrentaba a estos personajes con sus propias obras. Un día de camino a su oficina le dijo a su redactor que siempre había soñado con entrevistar al mismo Dios y hacerle la gran pregunta de su vida, la cual estaría relacionada con su obra máxima: el hombre.

De repente, se vio envuelta por una gran luz en medio de un torbellino:
- Para, me dijo. ¿así que quieres entrevistarme?
- Bueno, le contesté, si es que tienes tiempo.

Se sonrió por entre la barba y dijo:
- Mi tiempo se llama eternidad y alcanza para todo. ¿qué pregunta quieres hacerme?
- Ninguna nueva ni difícil, para ti: ¿qué comentario te merece el hombre a quien creaste a tu imagen y semejanza?

Un poco entristecido, Dios me respondió:

Que se aburre de ser niño por la prisa de crecer, y luego suspira por volver a ser niño.
Que primero pierde la salud para tener dinero y enseguida pierde el dinero para recuperar la salud.
Que se pasa toda la vida acumulando bienes que jamás disfrutará y sus hijos derrocharán.
Que por pensar ansiosamente en el futuro, descuida su hora actual, y ni vive el presente ni el futuro.
Que se pasa toda la vida tratando de ser feliz y se olvida que la felicidad no es otra cosa que la capacidad de disfrutar lo que se tiene.
Que se priva de disfrutar de sus hijos por el afán de progresar y, cuando ya lo logra, descubre que perdió irremediablemente a sus hijos.
Que se pasa toda la vida acumulando conocimientos y títulos, olvidándose que lo único importante es el amor.
Que se pasa la vida buscando triunfos externos cuando ha fracasado en el hogar.
Que se pasa la vida buscando la aprobación de los demás, cuando ni siquiera él mismo se aprueba.
Que se pasa la vida buscando el golpe de suerte ignorando que ésta es producto de sus decisiones.
Que se pasa la vida cambiando a los amigos, sin comprender que son los amigos los que cambian.
Que se pasa la vida acumulando el dinero que compra todo, menos la felicidad.
Que se pasa la vida acumulando rencores contra sus ofensores y lo único que obtiene es perjudicarse a sí mismo.
Que vive como si no fuera a morirse y, sin embargo, se muere como si no hubiera vivido.
Que creé al hombre para que sea feliz, pero él escogió la infelicidad.

Por primera vez vi a Dios llorar...

"Así que les digo: Vivan por el Espíritu, y no seguirán los deseos de la naturaleza pecaminosa. Porque ésta desea lo que es contrario al Espíritu, y el Espíritu desea lo que es contrario a ella. Los dos se oponen entre sí, de modo que ustedes no puedan hacer lo que quieran. Pero si los guía el Espíritu, no están bajo la ley. Las obras de la naturaleza pecaminosa se conocen bien: inmoralidad sexual, impureza y libertinaje; idolatría y brujería; odio, discordia, celos, arrebatos de ira, rivalidades, disensiones, sectarismos y envidia; borracheras, orgías, y otras cosas parecidas. Les advierto ahora, como antes lo hice, que los que practican tales cosas no heredarán el reino de Dios. En cambio, el fruto del Espíritu es amor, alegría, paza, paciencia, amabilidad, bondad, fidelidad, humildad y dominio propio. No hay ley que condene estas cosas. Los que son de Cristo Jesús han crucificado la naturaleza pecaminosa, con sus pasiones y deseos. Si el Espíritu nos da vida, andemos guiados por el Espíritu. No dejemos que la vanidad nos lleve a irritarnos y a envidiarnos unos a otros" Gálatas 5: 16-26.

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