La Asamblea Nacional negó el Proyecto de reforma tributaria, enviado por el Ejecutivo como económico urgente. ¿Podrá haber nombre más engañoso, por ambiguo, que el que se le dió a la nueva reforma tributaria? Basta con examinarlo detenidamente y ver cuáles eran sus reales intenciones: ‘Proyecto de Fomento Ambiental y Optimización de los Ingresos del Estado’.
En realidad significaba más dificultades para el ecuatoriano de clase media y una vida mucho más dificultosa para los más pobres de nuestra sociedad. Un estudio de la Cámara de Industrias y Producción sostiene que la sociedad en conjunto paga 25,5 millones de dólares en impuestos, es decir, cada hora aporta 1,1 millones, cada minuto 17, 758 y cada segundo 296. Y que todo el trabajo de un ecuatoriano hasta el 8 de abril de cada año se va al Estado en impuestos.
Calculada de manera tradicional, la carga tributaria fue el año pasado de un 13,6%, pero si a ella se le suman los pagos de aranceles e impuestos seccionales llega al 16,1%. Por si fuera poco, al transferir al Estado el aporte a la Seguridad Social y a los trabajadores las utilidades, la carga llega a 21,63%. ¿El Proyecto de marras era para fomentar u optimizar alguna cosa?
El “impuesto verde”, como lo denominó el Régimen en un principio, venía teñido de la sangre y el sudor de quienes menos tienen, porque en última instancia a ellos les hubiera tocado soportar la carga final. La negativa de la Asamblea no ha sido un triunfo de alguna fuerza política en particular, sino de la sensatez. Ahora, como siempre, los truenos y los rayos vendrán de arriba.
Un hippy es alguien que tiene el aspecto de Tarzan, anda como Jane y huele como Cheetah.- Ronald Reagan.
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