La crisis financiera en los países desarrollados y la demanda palestina de ingresar como Estado de pleno derecho en la ONU son los asuntos que acaparan mayor interés en la Asamblea General del organismo, que se desarrolla en Nueva York.
Por su parte, los países de esta parte del mundo -a excepción de Ecuador, cuyo presidente decidió no intervenir- están aprovechando la reunión para hacer encendidas defensas en el ámbito político y económico.
Si algo importante han hecho hasta ahora los latinoamericanos es decirle a las naciones desarrolladas que ya no pueden seguir siendo los dueños del mundo y reclamar unidos la reforma de los organismos multilaterales.
Así, el foro es escenario de una rebelión de los países emergentes, que lideran el crecimiento global, en demanda de una mayor participación en la gobernanza mundial, término éste que se está utilizando para designar la eficacia, calidad y buena orientación en las intervenciones del Estado.
Tal como dijera la presidenta brasileña Dilma Rousseff en el cónclave, la crisis es demasiado grave para ser manejada por un pequeño grupo y todos tienen el derecho de participar en las soluciones. Y tratar no solo los temas económicos sino aquellos que nos atañen más directamente como los migratorios, de medio ambiente, racismo, xenofobia, de control de armas y narcotráfico.
En otras palabras, se debe recuperar la credibilidad de la ONU con un mayor liderazgo político. De lo contrario, esta no pasará de ser otra cumbre más, inútil como tantas.
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