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lunes, 26 de diciembre de 2011

La Humildad


Quien se niega a reconocer sus errores jamás podrá triunfar; pero si los acepta y los corrige, tendrá una nueva oportunidad.
Dado que vivir es aprender basados en el ensayo y en el error, cometemos muchísimas equivocaciones. Sin embargo, el problema no está en las equivocaciones, el problema es vivir equivocado, principalmente porque no sabemos reconocer nuestros desaciertos, ni  mucho menos apartarnos de ellos. Ser humilde significa asumir la responsabilidad por las acciones  incorrectas que emprendemos. Si no somos humildes, no tendremos oportunidad de crecer como personas.

Cuando nos equivocamos, la única forma de enmendar nuestro error es admitiéndolo,  aceptando nuestra responsabilidad y renunciando a seguir quebrantando la norma. Quien admite su error asume una actitud humilde ante la situación.
El error más serio que podemos cometer es saber que estamos equivocados  y no hacer nada para cambiar. Al decir la verdad, al admitir el error, los sacamos al exterior y lo hacemos visible.

Únicamente mediante la humildad obtendremos otra oportunidad y estaremos edificando en nosotros y en quienes nos rodean. La humildad es poderosa porque nos limpia y nos permite mostrarnos como somos, sin necesidad de aparentar o de esconder las fallas.
En las personas humildes podemos ver la manera correcta de actuar ante los errores: Los aceptan, los reconocen y se apartan de las acciones erróneas.
En realidad, el no ser humildes es un problema de exceso de ego. Muchas veces por no saber ser humildes aceptamos halagos falsos de los amigos, de la familia o de quienes apenas nos  conocen. Es posible que también nosotros demos falsas opiniones para no lastimar su ego.

En estas situaciones: ¿Dónde está la honestidad? Con esta clase de comportamiento, nunca aprenderemos a ser humildes y es posible que le estemos negando a otros la oportunidad de crecer.


El ser humildes es reconocer que aun estamos aprendiendo, que no lo sabemos todo, que estamos en un proceso de merecimiento y que necesitamos que la vida fluya en nosotros. Si lo sabemos todo,  entonces nada fluirá hacia nosotros y estaremos muertos y sepultados bajo nuestro orgullo.

¡Atrevámonos a ser humildes!

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