Opinión - Política e hipocresía - Miércoles, 1 de Agosto de 2012
Los diccionarios coinciden en el significado de hipocresía: “Acto de fingir que se tienen cualidades, ideas y sentimientos que en realidad no se tienen”. Añaden que la hipocresía “consta de dos operaciones, a través de las cuales se manifiesta en los modos simple y combinado: la simulación y el disimulo”. Estas dos operaciones, dicho sea de paso, son consustanciales a cierta mala diplomacia común en nuestros días.
Se dice que “la simulación consiste en mostrar lo que se desea, en tanto que el disimulo oculta lo que no se quiere mostrar”. Uno puede ver, por ejemplo, como algunos líderes de nuestro tiempo, en especial en tiempos de ganar adeptos, suelen hacer gala de la simulación con un histrionismo fuera de serie, como si estuvieran en un set cinematográfico.
Quieren llevar a las ovejas mansamente al redil de su conveniencia, cuanto mayor número, mejor. Por eso se muestran compungidos en público, aparentemente consternados ante el llanto de una madre por su hijo. Nada hay más convincente para el gran público, aunque muchos no sepan qué hay detrás de las bambalinas. En especial cuando el auditorio va más allá de las fronteras nacionales.
Sin embargo, no hacen lo mismo cuando una hija menor de edad, por ejemplo, llora abrazada a su padre por la injusticia que con él se comete. Entonces, dicen que se trata de un montaje y de una campaña de medios de comunicación adversos. Bien decía el pensador argentino José Ingenieros: “Siempre habrá evidente contraste entre el servilismo y la dignidad, la torpeza y el genio, la hipocresía y la virtud”. Por eso, a cierta política se la identifica con la hipocresía.
